miércoles, 18 de agosto de 2010

Vacío

1·2·2010

Como por arte de magia prenden las velas, alumbrando esa zona que antes estuviera en tiniebla. Letras, inscripciones grabadas en la madera, que susurran secretos inconfesables, profecías despiertas tras una eternidad en silencio, ansiosas de ser descubiertas.
Chispas que saltan de un fuego a otro, bailarinas, sin llegar a quemar, jugando a ser soles efímeros y diminutos, centros de universos momentáneos.
Y una melodía.
Amalgama de sonidos ardientes pero frágiles, suaves, estremecedores, acompañada por el ancestral sonido de un tambor. Va ganando intensidad, fuerza aumentando el ritmo, las pulsaciones, hasta asustar a aquél que pueda escucharla.
Hasta hacer sentir miedo, pánico, que te obliga a buscar una salida en la cueva.
Pero no la hay.
La música se vuelve ruido, el grito se confunde con los tambores, las velas se apagan con una brisa helada.
Han llegado.
La primera reacción es gritar, pero ni tú mismo te oyes, tu aullido de terror queda amortiguado por el estrepitoso escándalo que se acerca. Sientes cómo la adrenalina va inundándote, mareo, y tus pupilas se contraen, atemorizadas, quieren desaparecer para evitarte la visión de aquello que se avecina.
Te obligas a moverte, a buscar un resquicio, una grita por donde escapar, echas a correr. Con zancadas torpes avanzas en la oscuridad, todo trompicones, todo temblores, tentando, sin poder mirar atrás, no sabiendo si quieres.
Pues los sientes, casi percibes sus alientos en el vello de tu nuca, que se eriza con cada latido de tu acelerado corazón. Palpas con las manos, no alcanzas paredes, como si de la profunda nada se tratase. Un vacío del cual es imposible escapar.
Sigues gritando mientras corres, anhelando respuesta, soñando con una voz que te indique el camino a seguir, pero te escuchas conforme tu grito se vuelve gemido, tu gemido, llanto. Ahora te arden las sienes, te escuecen los ojos, las lágrimas se te antojan ácidas al contacto con la piel, como si tu propio cuerpo buscara desintegrase, ahogarse, antes que afrontar el futuro inminente.

Y te preguntas: ¿cómo he llegado aquí?

sábado, 7 de agosto de 2010

Asómate al cielo, que esta noche se iluminará y te abrazará de forma acogedora, derribando las barreras de otros ruidos que puedan perturbar tus sueños.