jueves, 30 de octubre de 2008

Ilusión del No

Una sonrisa silenciosa hace eco en mi habitación, ya vacía de lo que solí ser. Queda plasmada en la pared, dando lugar a un nuevo brote de luz en la continua y odiada oscuridad. Crece al son de violines y trompetas, se expande por el gotelé, creando formas, formando imágenes que se proyectan en mis pupilas, o éstas se abren antes ellas, observando, como siempre lo han hecho. Reflejando la silueta de mis pestañas, que juguetean con las notas de la canción, que bailan, todas juntas, como si fuesen una.
Formas traviesas que se divierten, que van llenando las paredes y el suelo, alcanzando también el techo, al son de un vals, El Vals, y aceleran mi pulso, ellas y él, hasta sentir miedo de que el latido rompa mi cuerpo; porque se quiere unir a ellos, y no lo culpo.
Mis palabras ya no son lo que fueron, ya sólo quedan cenizas del fuego que acabó conmigo, o con parte de mí. Fueron el orgullo y la esperanza, siempre el primero con más fuerza, más presente, quienes me empujaron hacia adelante, devolviendo a mi mirada la picardía ya olvidada, la expectación apagada, haciendo que el brillo en mis pupilas se volviera tan intenso que temí helarme.
Frío.
Y es que ya viene, se acerca el invierno. Quizás sea esa la razón de mi inquietud y nerviosismo, de mis repentinas(e inusuales) ganas de sonreír. Tal vez sea el frío el que contraiga mis músculos, teniéndome así engañada en una ilusión de luz azul y guantes de lana. O simplemente el deseo, tan grande, ansia de acabar con todo para comenzar de cero, sin pautas ni recuerdos, sin palabras que ensombrezcan mi mirada. Estas ganas de borrar el pasado que me persigue, que me ataca en mis sueños; ganas de un no-futuro que no me impida vivir mi presente sin la sombra de la preocupación siempre en los talones, sin surcos morados que perfilan mis ojos, cada mañana dándome los buenos días. Sin lágrimas en la almohada.
Sueño con vivir un presente, mi presente, y lo demás, ya se verá.
Sin embargo, mis anhelos se hielan con este aire tan frío que ataca invisible y, en un descuido de la conciencia, caen al suelo de cristal. Un impacto perfecto, impecable, limpio, y todo se rompe, se resquebraja en mil y ún pedazos, mil y ún fragmentos de mí, mil y ún trocitos de hielo que se derriten, formando una lámina perfecta y brillante, espectante, acechante, en la cual me miro y no me veo. Se oscurece. El hielo fundido se filtra por los poros inexistentes de la superficie cristalina y la derrite, la arrastra con él(hielo traicionero), dejando ante mí sólo negrura, cantidades infinitas de agua, o no-agua, que esconden mis deseos en las profundidades inalcanzables.
Toda la luz que hubo en mí se pierde, la veo hundirse con las imágenes de mi presente y de mi no-futuro, pues los rayos del Sol son incapaces ya de atravesar una oscuridad tan intensa y poderosa.
Y mi cuerpo flota sobre el agua sin apenas rozarla, y mis ojos, pupilas dilatadas al máximo, que se encuentran con sus antipupilas en la superficie infinita. Y de nuevo sin poder evitarlo, una lágrima resbala y queda pendida de mis cansadas pestañas. No, no...por favor.
La caída parece eterna, y veo cómo golpea mi reflejo, provocando una deformación de mi imagen en el espejo líquido que es mi ya-no-felicidad. Visión cambiante, ondulante, borrosa.
Se pierde mi reflejo entre el sarcástico baile del agua, separándose y volviéndose a juntar, jugando a ser un puzle en el que las piezas ya no encajan.
Desaparece.
Y mi Yo escapa de mí para unirse a él, apagando mis pupilas heladas, secando mis lágrimas ardientes, deteniendo mi estúpido corazón.
Se hunde mi reflejo en la oscuridad de mi (corta) vida, unas aguas que asustan, aterran, creando sensación de vértigo en mi estómago, ansias de sucumbir junto a él, para no volver, para dejar de respirar y unirme a mi inacabado presente que reposa ahora en el fondo de una ilusión apagada.








~Tan acostumbrada a ser yo, que cuando no lo soy, no me echo de menos.

lunes, 13 de octubre de 2008

Jazmín

Que la flor se marchita sobre mi cama.
Hace poco, muy poco, era blanca, pura, nívea como una luz que ciega, como el paisaje de invierno. Y yo absorví su olor, su perfume, con ansia, casi necesidad, necesidad de saber que existe y que, por un momento, es perfecta, fue perfecta.
Y me he dejado llevar por la fragancia, ésa que tantas imágenes trae a mi mente, y me embriaga hasta el punto de marear, y de sentir náuseas.
Un asco repentino hacia todo y hacia nada en particular, hacia el mundo y hacia mí, que, como la flor, dejo la impecabilidad para llenarme de grietas que se extienden, creando vacío, vacío de alguien que fue, que es y, que, probablemente, será.
Que me hundo en una tiniebla imaginaria, que me pierdo en los túneles de mi memoria, descubriendo bosques que nunca pisé, árboles que nunca vi, y troncos escritos con mi nombre, y su nombre, que nunca antes había si quiera imaginado.
Que, paseando por los pasadizos entrelazados, oigo ruidos conocidos, y creo reconocerlos, y adivinarlos, pero no llego a escucharlos.

Y en mi mano descansa la flor de seis pétalos, blanca, delicada.
La he separado de las demás, a ella, por ser la más bonita, y ahora se pudre sobre mi colcha, mientras las otras permanecen quietas, colgadas, pacientes, pero vivas.
Que su perfección le ha costado la existencia.

Por un momento, me concentro en el ruido de fondo de mi pensamiento, y reconozco una canción, una voz que rompe con la realidad, que me lleva. Y al acabar, enlazo la música con el ritmo de mi respiración, algo cansada, forzada. Y escucho el crujir de mis zapatos al encontrarse con la tierra, granitos de arena escondidos entre los adoquines imperfectos.

Y la flor, ya arrugada, grisácea, marchita, le recuerda a las marcas en su cara, las de aquella mañana, restos de la noche en la que lloró, sin razón, o con ella...
¿Para qué llorar?Nadie le daba más razón que el silencio.
Sin embargo lloró, dejando marcas sobre la almohada, mirando a la oscuridad con ojos húmedos, gritando en silencio, y a veces no tan en silencio, buscando una luz entre el caos de sus sentimientos; un odio tan profundo que le oprime por dentro, se extiende, arrinconando al valor y a la esperanza, eliminando todo vestigio de tranquilidad, de seguridad.
Que todo está mezclado, pero hay luz, a veces hay luz, que te desnuda de mil corazas de terror, su terror.
Que el corazón sangra con mil heridas que nunca se curaron, que su cara se aburre de dibujar sonrisas cansadas, que sus ojos no aguantan con el peso de dolor.

Dejé de pensar, por un momento, para vivir, sentir, respirar, y con respirar hablo de inhalar tanto aire que sientes que rebientas, lo notas entrar y alcanzar cada una de las células de tu cuerpo, y escuchar cómo tu pulso acelera por un momento, para luego retomar su monótono ritmo.


La flor, ya muerta, la aterra, con su imagen de ausencia, de impotencia y debilidad. Ocupando su lugar junto a la almohada, describiendo su presente. La vida sólo es presente.


Sólo fue una flor del jazmín.



Pronto desaparecerá, y nada habrá cambiado...



"A veces se escapaba y se acercaba un momento a ver el mar, a respirar hondo, mirando al horizonte, aquel trazo azul que, sin saber por qué, le producía ganas de llorar."

lunes, 6 de octubre de 2008

Uno más

Cada mañana abre los ojos, que parecen pegados, párpados pesados, y mira el reloj de números rojos y brillantes para asegurarse de que es la hora. Se alegra si puede dormir otros 9 o 18 minutos. Siempre es mejor que sean 18, más tiempo para soñar.
Cuando es la hora, se sienta en la cama, con el corazón todavía acelerado por el brusco despertar, e inmediatamente mira por la ventana, que la espera con la persiana alzada y un leve atisbo de otro amanecer. "Amanezco antes que el Sol"- Suele pensar, mientras observa el cielo, las nubes y el mar, que nunca se alejan, aunque cada día le dan la bienvenida de una forma distinta. Hay veces, con suerte, en las que aún se aprecia un leve resplandor de la Luna, que ya se aleja, se esconde, para dar paso a otro tipo de luz, más amarilla.
Se levanta con pesadez y lentitud, dejando a un lado el edredón, amontonado a los pies de la cama. A veces hunde las manos y los brazos hasta tocar el borde de ésta, que ya está fresquito, y se queda unos segundos asimilando el nuevo día. Después, frente al espejo, observa sus ojos, todavía hinchados, medio cerrados. Suele pasar uno de sus dedos por debajo de ellos, perfilando las siempre presentes sombras que los acompañan. Hay días en los que apenas puede percibirlas, otros, en cambio, la asustan, debido a su intensidad.
Se moja la cara, con agua fría, intentando conseguir que el sueño huya del susto, pero siempre es tarea inútil.
Tras divagar minutos entre perchas y cajones, decide el aspecto que tendrá ese día, coloca algún que otro pelo rebelde de su cabeza, y, según el color de su ropa, elige uno de los botecitos de cristal sobre la estantería, ésos que viven apoyados en los lomos de los libros. 3 gotitas bastan.
De camino a la cocina mira de nuevo por la ventana; parece que hayan pasado horas, pues el cielo ya ha cambiado por completo. Como siempre, la recibe un "Buenos días, ¿qué tal has dormido?. Intenta responder con entusiasmo, no puede. Su cerebro aún no ha despertado del todo. Mecánicamente mete la taza, cada día una, en el microondas y marca un minuto. Mientras, prepara el bote de Nescafé, del negro, y una cucharita. "Ding!". 2 cucharadas, bueno, muchas veces son 2 y media, ya que piensa que sólo 2 no podrán con su cansancio.
Mientras remueve mira el reloj de la pared, ese que tiene frutas dibujadas en las esquinas. Las 8 menos cuarto, siempre marca la misma hora, y siempre piensa que debe darse más prisa.
Acaba la taza con rapidez, sintiendo el sabor amargo del café en la boca, y el calor bajando por su cuerpo, hasta el estómago.
Coge algo para comer en el instituto, sale de la cocina y al pasar por la puerta alcanza las llaves; si no están en el cacharrito, estarán en la puerta colgadas.
Se cepilla los dientes mientras intenta, fallidamente, colocar el caos de su habitación.
Acaba de cerrar los bolsillos de la mochila, busca una chaqueta, en la silla o en el armario, y se va hacia la puerta, no sin antes echar un último vistazo al espejo, para asegurarse de que está todo en orden.
Al salir, escucha desde dentro de la cocina una voz que dice: "Adiós, pásatelo bien."
"Sí, adiós", responde. Y se va.
Y de nuevo el camino de siempre, mismos escalones, y el cielo que ya deja ver su color habitual.
Con nubes o sin ellas, se fija en la construcción y en los obreros que parecen vivir ahí, siempre trabajando, ya activos antes de que ella salga de casa.
Mira el reloj, ese que tiene tantos colores, 5 minutos para las 8. Siempre consigue ir apurada.
A veces lee por la calle, otras, escucha música, y otras camina rápido, corriendo a veces, para no llegar demasiado tarde.

5 minutos más tarde atraviesa las rejas.


A veces busca una razón para pensar que no vive el mismo día una y otra vez, una y otra vez...








Le fascinaba seguir a la doncella mientras limpiaba su gabinete: la camilla ginecológica, los instrumentos de metal, resplandecientes y sobre todo, aquellos botes donde conservaba los fetos diminutos. Eran niños sin alma, los del limbo, los que no habían llegado a nacer y no habían sido librados del pecado original.

martes, 23 de septiembre de 2008

Delirio

Me encuentro de nuevo rodeada de palabras, torres y torres de oraciones complejas, de metáforas ardientes, de anáforas y catáforas luchando por ser distinguidas entre la multitud de letras y párrafos que inundan hojas y hojas, libros y fotocopias, y, de vez en cuando, una cara dibujada en blanco y negro, un señor con barba y gafitas, de esas sin patillas, que según el texto adjunto, descubrió algo importante; ya da lo mismo.
Ha vuelto el dolor, de nuevo el corazón late en la sien, pum, pum, y mi ojo tiembla por dentro, se nubla la vista, las letras se superponen unas con otras, formando una mancha ilegible, un poco de tinta esparcida sobre el níveo papel.
Busco en mis bolsillos, si no recuerdo mal, fue donde guardé el bote. No, no está, mierda. ¿Dónde diablos lo puse? Tanteo frenéticamente de nuevo mi ropa, con desesperación, y después paso a la mesa. Comienzo a mover hojas y carpetas, algunas de ellas caen al suelo, no importa. Necesito encontrarlo, el bote.
Sigo la búsqueda y entonces aparece, escondido entre un estuche y la pared, parece que se escondiera de mí. Lo aferro fuertemente y lo agito, aún quedan unas cuantas. Abro la tapa con torpeza, pues mis manos tiemblan, y deposito dos de las cápsulas rojas y blancas sobre mi mano. Acto seguido, las lanzo a mi boca y, con un guiño de los ojos, trago. No hay agua cerca.
Respiro hondo, hasta que siento que se han alejado de la garganta, y prosigo con mi trabajo.
No hay ventanas en esta habitación, por lo que no tengo noción del tiempo, no sé si el Sol ya salió o si todavía no se escondió. Sólo sé que al cabo de un tiempo, después de revisar innumerables documentos que hablaban sobre temas que, en el momento entendí, pero que ahora apenas recuerdo, abro los ojos y lo veo todo de lado. Me he dormido. Ni siquiera recuerdo haberme sentido cansada, pero me he dormido.
El fuego ha vuelto sobre mis ojos. Saco el bote del bolsillo y lo agito de nuevo, un movimiento ya demasiado rutinario para evitarlo. "clic, clic, clic". Bien, todavía quedan.
Otras dos, y esa fuerza para tragar.
Miro el montón que aún me queda por revisar, parece tan alto como el edificio ese...ese que dicen que es el más alto del mundo. En fin, cojo otro montón de folios y apoyo el brazo sobre ellos. No me habia dado cuenta de que el bolígrafo todavía estaba en mi mano. Lo suelto y me miro los dedos, el corazón esta rojo, muy rojo. Tengo manchas de tinta en las yemas, parecen las huellas de un crimen cometido hace siglos, que aún permanecen.
Continúo escribiendo, copiando, leyendo, subrayando...
Y otras dos.
Al finalizar un texto, hablaba de algo relacionado con antropogénesis y divinidades, suelto el bolígrafo, que rueda hasta quedar en equilibrio, mitad fuera, mitad dentro de la mesa."Un milímetro más y cae"-Pienso.
Me quedo mirando fijamente la pared de en frente, vacía, rota en algunos lados, con grietas en las esquinas.
¿Dónde estoy? ¿Y por qué tengo tanto trabajo por delante? ¿Cuánto tiempo llevo aquí, sin comer ni beber, sin respirar aire que no estuviera contaminado de oscuridad, sin ver la luz del Sol?
En un arrebato de rabia contenida(o locura, como gustes), arraso la mesa con ambos brazos, provocando una avalancha de papel y palabras que cae con gran estruendo sobre el suelo de piedra. Jamás creí que simples letras pudieran causar tanto ruido.
Ahora era yo, una pared vacía, una mesa desolada y una bombilla desnuda en el centro de la habitación.
Como por instinto, busco en mi bolsillo, de nuevo, y saco el bote. Lo dejo en el centro exacto de la mesa(siempre he sido muy maniática para esas cosas) y me reclino sobre el respaldo de la silla.
Lo miro.Siento como si él también me mirase a mí.No alcanzo a leer las letras de la etiqueta, pero las recuerdo de memoria: "Se recomienda no ingerir más de 2 cápsulas por vez. Puede causar efectos irreversibles."
"Efectos irreversibles..." Esas dos palabras hacen eco en mi mente.
Me abalanzo sobre el bote y lo abro, miro en el interior. Olvidé agitarlo. Sólo quedan 6, o 7, no se ve bien. Podría aguantar otros 2 días con ellas, pero, ¿y si no consiguiera más para entonces?
No aguanto, vuelco el bote sobre la mesa, haciendo que las cápsulas rueden sobre ésta. Las coloco en fila, rojo con rojo, blanco con blanco.
Sólo dos cada vez, es lo recomendado.
Pongo dos en mi mano y me las trago.
A los pocos minutos me levanto, nerviosa, y camino alrededor de la mesa, mirando las 5 cápsulas restantes. Sólo son 5, tampoco puede pasar nada.
Sólo dos cada vez, recuerdo..."Efectos irreversibles."
Me siento de nuevo, apoyo los codos sobre la mesa y dejo la cabeza descansar en las manos. Alzo la mirada, sólo unos grados, y ahí estan, inmutables, desafiantes.
Alcanzo una con el dedo y la hago rodar hasta mí. Jugueteo con ella, y, cuando me doy cuenta, ya la he depositado en mi boca.
Pienso en escupirla. Trago fuerte.
El resto no recuerdo bien como sucedió, quedaban 4, luego sólo 2...
Ahora mi mente vaga por la habitación, fijándose de vez en cuando en las hojas muertas esparcidas por el suelo. Ya no distingo las letras.
Pienso en el dolor de cabeza, aquél que me atormentaba y me causaba delirio. Creo que ya no está, aunque el mareo que siento es tan fuerte que es capaz de apagar cualquier otro sentimiento o sensación.
Lo úinco que sé es que me encuentro perdida en un cuarto sin salida, y ellas me esperan, sé que no voy a evitarlas, sé que no quiero hacerlo.
Simplemente trato de retrasar el momento.
No merece la pena.
Las tomo en la mano, y las miro...rojo, blanco, blanco, rojo.
Sin pensarlo más, las lanzo contra mi boca, que las para con la lengua y las coloca inmediatamente, mecánicamente, rutinariamente, para despues tragarlas rápidamente. Las últimas.
Es entonces cuando se abre una puerta, jamás pensé que existiera tal, pues estaba perfectamente disimulada con las imperfecciones de la pared.
Veo la luz del día, que me deslumbra, me ciega, y caigo. Mi cuerpo se desploma sobre la montaña de letras y papel que hacía poco, muy poco, me había llenado la mente.
Ahora sólo hay luz.







Creo que es un deseo bastante corriente, el de volar.



...Seguido por un séquito de veinte incondicionales putas francesas decididas a ser emperatrices de ninguna parte.

sábado, 20 de septiembre de 2008

Enchuf!

Otro concierto.
Y de nuevo esa emoción interna, ganas de sonreir, de gritar, de saltar.
Miradas interrogantes, expectantes, unas notas, y entonces una sonrisa de: ahh, claro!
A la primera fallamos...
Poco a poco va subiendo la temperatura del ambiente, o tal vez soy yo, que mi cuerpo arde por dentro. Sin embargo, parece que todo el mundo vive lo mismo que yo, sus caras brillan, y no es por las luces.
Durante un tiempo, no sé cuánto pasó, una vez estás ahí, el tiempo exterior no cuenta, tu alrededor forma parte ahora de otro mundo, vivimos juntos la música, todos en uno, algunos más que otros, pero en todas las cabezas presentes sonaban las notas y estoy segura de que a más de uno se le movía involuntariamente un pie inquieto al ritmo de la batería.
Después, tras la espera, el miedo. ¿Miedo?Bueno, sí. Al principio sí.
- Sólo llevo tres...
-Dios, vamos a morir!
Y durante el viaje, a parte de llevar al dios del viento con nosotros, por nuestra cara pasaron muchas sonrisas nerviosas.Tu flequillo con vida propia. Un bache fuerte, y mi cabeza casi aplastada, otro bache fuerte más, y de nuevo lo mismo. Venga, ya queda menos...
Y finalmente nos bajamos.


Todavía lo escucho: But if you don't see, if you just believe...








Buenas noches. No, mejor, buenos días.

miércoles, 17 de septiembre de 2008

Simplemente Importantes...

Y es que me encanta oir el ruidito de la madera crujiente cuando saco punta a un lápiz, notar como se va afilando poco a poco, preparándose para plasmar mis ideas sobre el papel.
Oír los pasos de la gente por la calle, la diferencia de suelas en los distintos tipos de suelo, el roce de la goma, el elegante"toc,toc"de unos tacones altos, la respiración agitada de unas zapatillas corriendo.
Cantar una canción en mi mente, acompasada con los escalones que subo y bajo diariamente, ya tan conocidos para mis pies.
El ruido del agua cayendo sobre agua, ya sea en forma de gota, o en forma de cascada, siempre es un ruido agradable para mis oidos.
El susurro de las sabanas cuando entras en la cama, lo fresquita que esta la almohada, así como mullida, antes de usarla, y ese pensamiento de "ojalá estuviera siempre fresquita para no tener que moverme nunca de aquí".
Andar por la calle y captar un olor familiar, lejano, tal vez, pero tan familiar que te hace parar en seco y recordar, buscar rápidamente entre los misteriosos pasadizos de la mente para dar con la imagen, escena, persona o lugar donde pudiste oler ese aroma. Y una vez lo tienes, embriagarte de ese olor, dejar que llene tu mente, dejar que te tome por unos segundos, pertenecerle. Después, todo igual.
Crujir los dedos, una y otra vez. Y sentir como las burbujitas se van creando de nuevo, y esperar, esperar hasta que todos los dedos estén listos, juntos siempre queda más bonito.
Escuchar una canción ya olvidada y sentir cómo tu piel reacciona, como un escalofrío recorre la clumna, rápida pero intensamente, llegando hasta la nuca, haciendo que el vello de todo el cuerpo se erice, y que en tu cara se dibuje una sonrisa silenciosa, involuntaria, y tus ojos brillen, ahora fijos en otro lugar, en otro tiempo.
Abrir la ventana e inmediatamente sentir el golpe del viento helado sobre la cara, pensar en cerrar, pero no hacerlo, y dejarte envolver, cerrándote más el albornoz, con los calcetines de invierno, ya deshilachados de tanto usarlos, y mirar el cielo despejado, pendiente de un amanecer, y el mar, allí a lo lejos, quieto, dándome los buenos días.
Abrir un libro y oler sus páginas, haciendo que miles de imágenes, recuerdos y sensaciones aparezcan rápidamente. Sentir el tacto del papel, el susurro de las hojas al pasarlas, el sonido fuerte, imponente, de un libro al cerrarse.
Sentir las cuerdas de la guitarra en mis dedos, capaces ahora de crear música sólo con desearlo fuertemente. Y ese surco, rojo y profundo, marcado en las yemas de mi mano izquierda, tras presionar las cuerdas durante demasiado tiempo.
El ruido del balon sobre el suelo, que en ocasiones confundo con el latido de mi corazón. "Pom, pom, pom..."
El suave "fss" de la red cuando el balón pasa casi sin rozarla, y la satisfacción de un tiro perfecto que te llena el pecho.
Separar el regaliz, provocando un sonido silencioso, sólo audible en mi cabeza, que hace que por un momento sea la persona más feliz del mundo.
Acariciar una prenda de terciopelo, sintiendo las diminutas fibras en mis dedos, suaves pero majestuosas, delicadamente protectoras.
Dibujar mi nombre en las telas, ésas que según hacia donde pases la mano, se ve más oscuro o más clarito.
Caminar por la arena, dejando que los granitos traviesos se cuelen en los espacios entre los dedos de mis pies.
Observar todo aquello que tenga grietas, la tierra despues de la lluvia, una pared vieja, unas baldosas golpeadas, e imaginar lo que se esconde en ellas, y sentir miedo...
Una piscina vacía, quieta, y mi mano jugueteando con el agua, creando un sonido tan relajante que temo caer al agua.
Y el "clic" de una tapa cuando cierras un boli bien.

Tantas cosas...pequeñitas e insignificantes, pero sin las cuales acabaría por aborrecer cualquier momento de mi vida.











Hoy os he recordado, puequeños bichitos del microscopio. Felizmente despreocupados, tranquilamente pasivos, sin más deber que el de comer para mantener al cuerpo vivo, sin más obligación que dejar que el curso del tiempo pase sobre vosotros. Hasta vuestras obligaciones resultan ser pasivas...
-Che! Hi he trobat un altre!!

No mas seporros ni capolls. Ya no.


Si puedes soñar y no dejar que los sueños te dominen,
si puedes soportar el escuchar la verdad que has dicho,
si puedes emplear el inexorable minuto recorriendo una distancia que valga los sesenta segundos,
y si puedes obligar a tu corazón, a tus nervios y a tus músculos a servirte en tu camino mucho después de que hayan perdido su fuerza,
tuya es la Tierra y todo lo que hay en ella,
y lo que es más, serás un hombre, hijo mío.

Si - Rudyard Kipling


martes, 16 de septiembre de 2008

Best Before Yesterday

Necesito escribir, pero las palabras se atascan, formando una gran masa indescifrable.
Mi garganta está ahora demasiado inflamada como para dejarlas salir, las retiene, prisioneras.

Palabras prisioneras. ¿Existe algo peor que eso?

De nuevo vuelta a la eterna rutina.
Me alegro de ver muchas caras con las que conviví durante tanto tiempo otros años.
Me alegro de ver caras nuevas con las que supongo(espero) compartiré buenos momentos este año.
Y en conjunto, un día agobiantemente aburrido, monótono, repetitivo, caluroso y agotador.
Me queman las piernas, están cansadas de mí.

Parece que cada pestaña va ganando densidad, volviéndose más pesada por momentos, haciendo que mis párpados caigan inevitablemente, haciendo que entre en un estado de duermevela, en el que confundo sueños con realidad.

Necesito descansar, sin que mis demonios se me aparezcan por las noches, hoy no.




~Un monstruito rosa y lila cuelga de las estanterias de la habitación...sólo espero que no gire la cabeza y me mire...


-...aunque tu eres muy warcriana.
- Sí, lo soy.
- Normal, te llamas Ana y te gusta Warcry.


¿Qué quieres que te diga? jajajajaja