lunes, 17 de noviembre de 2008

Cajón...DeSastre; Mi hoy.




Huele a calor.
A radiador recién levantado tras un verano que parecía ya interminable.


Que miro al Hoy desde el Mañana, segura de haber vivido el intervalo que los separa.
La mente me traiciona con juegos de calendario y horarios inacabados.
Que hoy es jueves y mañana, miércoles.
Porque mi agenda va al contrario del mundo.
¿Qué le voy a hacer?


¿Y ahora?Me caigo, y me levanto.


¿Ahora lo ves? Es duro, ¿eh? Un golpe fuerte, como si te estamparas contra un cristal que no creías que estuviera ahí. Y deja morado, ya lo creo que sí. Pero se cura, poco a poco, la mancha va desapareciendo. Aunque la cicatriz, cada cierto tiempo, arde.






-No te imaginas la de veces que he pensado en hacer esto

-¿Esto?

-Sí, lo que estoy a punto de hacer ahora, aquí, contigo.



El Rojo me da fuerza, corrige mis errores antes de que estos sean escritos, o andados.
Mis palabras se guían demasiado por el reflejo de los que ya escribieron, o hablaron, oraron, dejando sus manchas en mis ojos- que ya no saben ver, sólo mirar. ¿Dónde está mi eso? ¿Lo mío? ¿Lo propio?
Tal vez nunca estuvo y nunca esté, mas me siento copia de lo demás, no encuentro la maleza sin pisar, todo está ya recorrido. Caminos que llevan a otros caminos, que se cruzan con más y más caminos, y me obligan a seguirlos sin opción a escapar. Dadme un respiro. Dejadme un pedazo de tierra sólo para mí.
Lo veo en mis sueños, sólo en ellos.
Es un lugar que conozco ya de memoria y con todo detalle, pero sigo sin encontrarlo, olvidándolo con cada amanecer.
Se parece mucho a una tierra que pisé,
...alguna vez.
Y no sé cómo volver.




Uno más...o uno menos, según como se mire.


Que te Jodan. SONRÍO POR DENTRO, a tu pesar.


ííííí!! LOCURA ORDENADA!!



Profanación, Exhumación, Perturbación...
¿de qué?
No sé, ¿de mí?
No. No vales tanto.
Ah, bueno.



Es increíblre lo rápido que pienso a veces. Sobre todo cuando estoy recién levantada, de uno de estos despertares bruscos e impactantes que aceleran el corazón. Y los nervios me recorren durante minutos larguísimos, y mi mente funciona muy, muy deprisa. Con tanta lógica y agudeza que me asusta( y fascina). Quisiera poder guardar todos esos pensamientos. Son tantos que así como llegan, se van.
Y el agua de la ducha hace que mis ojos se cierren incómodos. Y temo dormirme, así, nerviosa y desnuda, mientras el agua da un salto en mi nariz y su calor lucha contra el frío de la mañana; el campo de batalla, mi piel, que se estremece una y otra vez al son de mis ideas. Tirito bajo el calor del agua.

jueves, 6 de noviembre de 2008

Un mimo, Noviembre.

Y ya con el estómago lleno, demasiado, quizás, nos despedimos como tantas otras veces: dos besos, sonrisa amable y deseo de suerte y bienestar, con un "nos veremos pronto" que da por finalizada la visita. Mis pasos crujen sobre la grava húmeda. Ha llovido y la sombra de los coches, que esperan pacientemente, metálicos, aburridos, es esta vez mas clara que la no-sombra.

Después llega el malestar ya tan frecuente, y el mimo se rinde una vez más, dejándose llevar por el sueño. "Que esta noche tengo que estar bien"- piensa.
Y ya de noche, llega rápido el día, y con la luz filtrándose traviesa y cotilla entre los huecos de la persiana, el mimo descansa en su cama, donde cada vez que cierra los ojos el mundo se le cae encima, casi literalmente.
Porque la magia se acabó dejando sólo el regusto amargo del alcohol en las papilas gustativas. Y martillos, miles de ellos, que golpean su cabeza como si quisieran romper el cráneo y machacar el cerebro, estúpido cerebro, que se asusta y busca refugio en el sueño, una y otra vez. Párpados cansados.
Sin embargo, y a pesar de todo, el mimo sonríe. Ya no con su sonrisa rayada y macabra, esa que tantas pesadillas había protagonizado en los sueños de su infancia, si no con una débil mueca de felicidad, débil a causa del miedo del cerebro a hacer ruido y que vuelvan los martillos. Shh..
Sonríe en la casi oscuridad de su habitación recordando, o imaginando recordar.
El frío de la noche colándose entre su ropa, causando estremecimiento, agradable añoranza.
Gotitas de agua, pequeñas, muy pequeñas, cayendo discretas, envidiosas de lo que pudiera pasar sin ellas, como espías escondiéndose entre los huecos de su pelo, para después unirse todas y resbalar hasta quedar pendidas de una punta, retando al vacío.
Un foco, o dos, alumbrando fuerte directamente a sus ojos, y a los demás pares de ojos pesentes, como soles de la noche.
Recuerda vasos de mil colores pasando por sus manos, risas, gritos, y más risas silenciadas por el murmullo abrumador del alcohol en su cabeza. Sonríe al acordarse del suelo resbaladizo, y sus pies, divertidos, deslizándose sobre él, haciendo carrera con otros que andaban, más o menos, igual de borrachos.
Un vaso perdido, y más sonrisas.
Hay tanto por recordar...
Su mente está cansada, de ese cansancio amargo e imcómodo, y su cuerpo pide a gritos el sueño, el único capaz de acallar el dolor y la angustia producidas por una noche llena de sobresaltos y "etanol".
Que en los sueños, el mimo nunca soltó su mano.
Vulnerable y agotado, el mimo, que ya no es mimo, duerme. Sus mejillas recuperan poco a poco el color perdido, sus músculos recobran fuerzas y sus ojos, ya limpios, curan el dolor de su cabeza, pestañas sanadoras, tranquilizadoras.
Y sus sombrero yace sobre la msea, espectante, preocupado...que si pudiera, llorarío por ella. Pero el mimo sonríe, esta vez sí.



De nuevo el deseo pudo conmigo, aprovechándose de la incapacidad de la razón, acallada por la fuerza del jugo del olvido. Me temo. Temo que llegue el día en que pierda todo dominio sobre mí y los caprichos de mi cuerpo me lleven a un lugar del que no pueda salir. Y lo temo porque me gusta. Me atrae dejarme llevar y actuar, por una vez, sin líneas en el suelo ni pautas frente a los ojos. Sintiendo que querer es poder y no encontrándo obstáculos en el camino, éste que aún me queda por visualizar. Y me encanta saber que soy capaz de traicionarme. Me fascina la idea de sorprenderme haciendo lo no-planeado, aunque luego me odie por eso, sabiendo que no me odio del todo. Sintiéndome orgullosa de haber dado un paso en falso, hundiendo mi pierna en el barro, una vez más. Pero me queda el consuelo de la lluvia, la que arrastra consigo la gruesa capa de mugre que queda adherida a mi pierna y, y la aleja de mí. Y así, sigo el camino, sin mirar atrás. Y en caso de hacerlo, siempre con una sonrisa en la cara.
Que el mimo sonríe, y esta vez, es de verdad.

-¿Y por qué sonríe el mimo?
- No sé muy bien. Quizás...porque es noviembre.