lunes, 6 de octubre de 2008

Uno más

Cada mañana abre los ojos, que parecen pegados, párpados pesados, y mira el reloj de números rojos y brillantes para asegurarse de que es la hora. Se alegra si puede dormir otros 9 o 18 minutos. Siempre es mejor que sean 18, más tiempo para soñar.
Cuando es la hora, se sienta en la cama, con el corazón todavía acelerado por el brusco despertar, e inmediatamente mira por la ventana, que la espera con la persiana alzada y un leve atisbo de otro amanecer. "Amanezco antes que el Sol"- Suele pensar, mientras observa el cielo, las nubes y el mar, que nunca se alejan, aunque cada día le dan la bienvenida de una forma distinta. Hay veces, con suerte, en las que aún se aprecia un leve resplandor de la Luna, que ya se aleja, se esconde, para dar paso a otro tipo de luz, más amarilla.
Se levanta con pesadez y lentitud, dejando a un lado el edredón, amontonado a los pies de la cama. A veces hunde las manos y los brazos hasta tocar el borde de ésta, que ya está fresquito, y se queda unos segundos asimilando el nuevo día. Después, frente al espejo, observa sus ojos, todavía hinchados, medio cerrados. Suele pasar uno de sus dedos por debajo de ellos, perfilando las siempre presentes sombras que los acompañan. Hay días en los que apenas puede percibirlas, otros, en cambio, la asustan, debido a su intensidad.
Se moja la cara, con agua fría, intentando conseguir que el sueño huya del susto, pero siempre es tarea inútil.
Tras divagar minutos entre perchas y cajones, decide el aspecto que tendrá ese día, coloca algún que otro pelo rebelde de su cabeza, y, según el color de su ropa, elige uno de los botecitos de cristal sobre la estantería, ésos que viven apoyados en los lomos de los libros. 3 gotitas bastan.
De camino a la cocina mira de nuevo por la ventana; parece que hayan pasado horas, pues el cielo ya ha cambiado por completo. Como siempre, la recibe un "Buenos días, ¿qué tal has dormido?. Intenta responder con entusiasmo, no puede. Su cerebro aún no ha despertado del todo. Mecánicamente mete la taza, cada día una, en el microondas y marca un minuto. Mientras, prepara el bote de Nescafé, del negro, y una cucharita. "Ding!". 2 cucharadas, bueno, muchas veces son 2 y media, ya que piensa que sólo 2 no podrán con su cansancio.
Mientras remueve mira el reloj de la pared, ese que tiene frutas dibujadas en las esquinas. Las 8 menos cuarto, siempre marca la misma hora, y siempre piensa que debe darse más prisa.
Acaba la taza con rapidez, sintiendo el sabor amargo del café en la boca, y el calor bajando por su cuerpo, hasta el estómago.
Coge algo para comer en el instituto, sale de la cocina y al pasar por la puerta alcanza las llaves; si no están en el cacharrito, estarán en la puerta colgadas.
Se cepilla los dientes mientras intenta, fallidamente, colocar el caos de su habitación.
Acaba de cerrar los bolsillos de la mochila, busca una chaqueta, en la silla o en el armario, y se va hacia la puerta, no sin antes echar un último vistazo al espejo, para asegurarse de que está todo en orden.
Al salir, escucha desde dentro de la cocina una voz que dice: "Adiós, pásatelo bien."
"Sí, adiós", responde. Y se va.
Y de nuevo el camino de siempre, mismos escalones, y el cielo que ya deja ver su color habitual.
Con nubes o sin ellas, se fija en la construcción y en los obreros que parecen vivir ahí, siempre trabajando, ya activos antes de que ella salga de casa.
Mira el reloj, ese que tiene tantos colores, 5 minutos para las 8. Siempre consigue ir apurada.
A veces lee por la calle, otras, escucha música, y otras camina rápido, corriendo a veces, para no llegar demasiado tarde.

5 minutos más tarde atraviesa las rejas.


A veces busca una razón para pensar que no vive el mismo día una y otra vez, una y otra vez...








Le fascinaba seguir a la doncella mientras limpiaba su gabinete: la camilla ginecológica, los instrumentos de metal, resplandecientes y sobre todo, aquellos botes donde conservaba los fetos diminutos. Eran niños sin alma, los del limbo, los que no habían llegado a nacer y no habían sido librados del pecado original.

1 comentario:

Anónimo dijo...

mola! sabia que eras tu desde lo de la ventana^^
voy a seguir leyendo ahora que tnego "tiempo"