martes, 23 de septiembre de 2008

Delirio

Me encuentro de nuevo rodeada de palabras, torres y torres de oraciones complejas, de metáforas ardientes, de anáforas y catáforas luchando por ser distinguidas entre la multitud de letras y párrafos que inundan hojas y hojas, libros y fotocopias, y, de vez en cuando, una cara dibujada en blanco y negro, un señor con barba y gafitas, de esas sin patillas, que según el texto adjunto, descubrió algo importante; ya da lo mismo.
Ha vuelto el dolor, de nuevo el corazón late en la sien, pum, pum, y mi ojo tiembla por dentro, se nubla la vista, las letras se superponen unas con otras, formando una mancha ilegible, un poco de tinta esparcida sobre el níveo papel.
Busco en mis bolsillos, si no recuerdo mal, fue donde guardé el bote. No, no está, mierda. ¿Dónde diablos lo puse? Tanteo frenéticamente de nuevo mi ropa, con desesperación, y después paso a la mesa. Comienzo a mover hojas y carpetas, algunas de ellas caen al suelo, no importa. Necesito encontrarlo, el bote.
Sigo la búsqueda y entonces aparece, escondido entre un estuche y la pared, parece que se escondiera de mí. Lo aferro fuertemente y lo agito, aún quedan unas cuantas. Abro la tapa con torpeza, pues mis manos tiemblan, y deposito dos de las cápsulas rojas y blancas sobre mi mano. Acto seguido, las lanzo a mi boca y, con un guiño de los ojos, trago. No hay agua cerca.
Respiro hondo, hasta que siento que se han alejado de la garganta, y prosigo con mi trabajo.
No hay ventanas en esta habitación, por lo que no tengo noción del tiempo, no sé si el Sol ya salió o si todavía no se escondió. Sólo sé que al cabo de un tiempo, después de revisar innumerables documentos que hablaban sobre temas que, en el momento entendí, pero que ahora apenas recuerdo, abro los ojos y lo veo todo de lado. Me he dormido. Ni siquiera recuerdo haberme sentido cansada, pero me he dormido.
El fuego ha vuelto sobre mis ojos. Saco el bote del bolsillo y lo agito de nuevo, un movimiento ya demasiado rutinario para evitarlo. "clic, clic, clic". Bien, todavía quedan.
Otras dos, y esa fuerza para tragar.
Miro el montón que aún me queda por revisar, parece tan alto como el edificio ese...ese que dicen que es el más alto del mundo. En fin, cojo otro montón de folios y apoyo el brazo sobre ellos. No me habia dado cuenta de que el bolígrafo todavía estaba en mi mano. Lo suelto y me miro los dedos, el corazón esta rojo, muy rojo. Tengo manchas de tinta en las yemas, parecen las huellas de un crimen cometido hace siglos, que aún permanecen.
Continúo escribiendo, copiando, leyendo, subrayando...
Y otras dos.
Al finalizar un texto, hablaba de algo relacionado con antropogénesis y divinidades, suelto el bolígrafo, que rueda hasta quedar en equilibrio, mitad fuera, mitad dentro de la mesa."Un milímetro más y cae"-Pienso.
Me quedo mirando fijamente la pared de en frente, vacía, rota en algunos lados, con grietas en las esquinas.
¿Dónde estoy? ¿Y por qué tengo tanto trabajo por delante? ¿Cuánto tiempo llevo aquí, sin comer ni beber, sin respirar aire que no estuviera contaminado de oscuridad, sin ver la luz del Sol?
En un arrebato de rabia contenida(o locura, como gustes), arraso la mesa con ambos brazos, provocando una avalancha de papel y palabras que cae con gran estruendo sobre el suelo de piedra. Jamás creí que simples letras pudieran causar tanto ruido.
Ahora era yo, una pared vacía, una mesa desolada y una bombilla desnuda en el centro de la habitación.
Como por instinto, busco en mi bolsillo, de nuevo, y saco el bote. Lo dejo en el centro exacto de la mesa(siempre he sido muy maniática para esas cosas) y me reclino sobre el respaldo de la silla.
Lo miro.Siento como si él también me mirase a mí.No alcanzo a leer las letras de la etiqueta, pero las recuerdo de memoria: "Se recomienda no ingerir más de 2 cápsulas por vez. Puede causar efectos irreversibles."
"Efectos irreversibles..." Esas dos palabras hacen eco en mi mente.
Me abalanzo sobre el bote y lo abro, miro en el interior. Olvidé agitarlo. Sólo quedan 6, o 7, no se ve bien. Podría aguantar otros 2 días con ellas, pero, ¿y si no consiguiera más para entonces?
No aguanto, vuelco el bote sobre la mesa, haciendo que las cápsulas rueden sobre ésta. Las coloco en fila, rojo con rojo, blanco con blanco.
Sólo dos cada vez, es lo recomendado.
Pongo dos en mi mano y me las trago.
A los pocos minutos me levanto, nerviosa, y camino alrededor de la mesa, mirando las 5 cápsulas restantes. Sólo son 5, tampoco puede pasar nada.
Sólo dos cada vez, recuerdo..."Efectos irreversibles."
Me siento de nuevo, apoyo los codos sobre la mesa y dejo la cabeza descansar en las manos. Alzo la mirada, sólo unos grados, y ahí estan, inmutables, desafiantes.
Alcanzo una con el dedo y la hago rodar hasta mí. Jugueteo con ella, y, cuando me doy cuenta, ya la he depositado en mi boca.
Pienso en escupirla. Trago fuerte.
El resto no recuerdo bien como sucedió, quedaban 4, luego sólo 2...
Ahora mi mente vaga por la habitación, fijándose de vez en cuando en las hojas muertas esparcidas por el suelo. Ya no distingo las letras.
Pienso en el dolor de cabeza, aquél que me atormentaba y me causaba delirio. Creo que ya no está, aunque el mareo que siento es tan fuerte que es capaz de apagar cualquier otro sentimiento o sensación.
Lo úinco que sé es que me encuentro perdida en un cuarto sin salida, y ellas me esperan, sé que no voy a evitarlas, sé que no quiero hacerlo.
Simplemente trato de retrasar el momento.
No merece la pena.
Las tomo en la mano, y las miro...rojo, blanco, blanco, rojo.
Sin pensarlo más, las lanzo contra mi boca, que las para con la lengua y las coloca inmediatamente, mecánicamente, rutinariamente, para despues tragarlas rápidamente. Las últimas.
Es entonces cuando se abre una puerta, jamás pensé que existiera tal, pues estaba perfectamente disimulada con las imperfecciones de la pared.
Veo la luz del día, que me deslumbra, me ciega, y caigo. Mi cuerpo se desploma sobre la montaña de letras y papel que hacía poco, muy poco, me había llenado la mente.
Ahora sólo hay luz.







Creo que es un deseo bastante corriente, el de volar.



...Seguido por un séquito de veinte incondicionales putas francesas decididas a ser emperatrices de ninguna parte.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

esas capsulas rojas son el antibiotico para la garganta o los caramelitos de zumo que no te sale su nombre...? cuuurate... porque en nada... feeeeshtes! =)

Anónimo dijo...

leido!