miércoles, 17 de septiembre de 2008

Simplemente Importantes...

Y es que me encanta oir el ruidito de la madera crujiente cuando saco punta a un lápiz, notar como se va afilando poco a poco, preparándose para plasmar mis ideas sobre el papel.
Oír los pasos de la gente por la calle, la diferencia de suelas en los distintos tipos de suelo, el roce de la goma, el elegante"toc,toc"de unos tacones altos, la respiración agitada de unas zapatillas corriendo.
Cantar una canción en mi mente, acompasada con los escalones que subo y bajo diariamente, ya tan conocidos para mis pies.
El ruido del agua cayendo sobre agua, ya sea en forma de gota, o en forma de cascada, siempre es un ruido agradable para mis oidos.
El susurro de las sabanas cuando entras en la cama, lo fresquita que esta la almohada, así como mullida, antes de usarla, y ese pensamiento de "ojalá estuviera siempre fresquita para no tener que moverme nunca de aquí".
Andar por la calle y captar un olor familiar, lejano, tal vez, pero tan familiar que te hace parar en seco y recordar, buscar rápidamente entre los misteriosos pasadizos de la mente para dar con la imagen, escena, persona o lugar donde pudiste oler ese aroma. Y una vez lo tienes, embriagarte de ese olor, dejar que llene tu mente, dejar que te tome por unos segundos, pertenecerle. Después, todo igual.
Crujir los dedos, una y otra vez. Y sentir como las burbujitas se van creando de nuevo, y esperar, esperar hasta que todos los dedos estén listos, juntos siempre queda más bonito.
Escuchar una canción ya olvidada y sentir cómo tu piel reacciona, como un escalofrío recorre la clumna, rápida pero intensamente, llegando hasta la nuca, haciendo que el vello de todo el cuerpo se erice, y que en tu cara se dibuje una sonrisa silenciosa, involuntaria, y tus ojos brillen, ahora fijos en otro lugar, en otro tiempo.
Abrir la ventana e inmediatamente sentir el golpe del viento helado sobre la cara, pensar en cerrar, pero no hacerlo, y dejarte envolver, cerrándote más el albornoz, con los calcetines de invierno, ya deshilachados de tanto usarlos, y mirar el cielo despejado, pendiente de un amanecer, y el mar, allí a lo lejos, quieto, dándome los buenos días.
Abrir un libro y oler sus páginas, haciendo que miles de imágenes, recuerdos y sensaciones aparezcan rápidamente. Sentir el tacto del papel, el susurro de las hojas al pasarlas, el sonido fuerte, imponente, de un libro al cerrarse.
Sentir las cuerdas de la guitarra en mis dedos, capaces ahora de crear música sólo con desearlo fuertemente. Y ese surco, rojo y profundo, marcado en las yemas de mi mano izquierda, tras presionar las cuerdas durante demasiado tiempo.
El ruido del balon sobre el suelo, que en ocasiones confundo con el latido de mi corazón. "Pom, pom, pom..."
El suave "fss" de la red cuando el balón pasa casi sin rozarla, y la satisfacción de un tiro perfecto que te llena el pecho.
Separar el regaliz, provocando un sonido silencioso, sólo audible en mi cabeza, que hace que por un momento sea la persona más feliz del mundo.
Acariciar una prenda de terciopelo, sintiendo las diminutas fibras en mis dedos, suaves pero majestuosas, delicadamente protectoras.
Dibujar mi nombre en las telas, ésas que según hacia donde pases la mano, se ve más oscuro o más clarito.
Caminar por la arena, dejando que los granitos traviesos se cuelen en los espacios entre los dedos de mis pies.
Observar todo aquello que tenga grietas, la tierra despues de la lluvia, una pared vieja, unas baldosas golpeadas, e imaginar lo que se esconde en ellas, y sentir miedo...
Una piscina vacía, quieta, y mi mano jugueteando con el agua, creando un sonido tan relajante que temo caer al agua.
Y el "clic" de una tapa cuando cierras un boli bien.

Tantas cosas...pequeñitas e insignificantes, pero sin las cuales acabaría por aborrecer cualquier momento de mi vida.











Hoy os he recordado, puequeños bichitos del microscopio. Felizmente despreocupados, tranquilamente pasivos, sin más deber que el de comer para mantener al cuerpo vivo, sin más obligación que dejar que el curso del tiempo pase sobre vosotros. Hasta vuestras obligaciones resultan ser pasivas...
-Che! Hi he trobat un altre!!

No mas seporros ni capolls. Ya no.


Si puedes soñar y no dejar que los sueños te dominen,
si puedes soportar el escuchar la verdad que has dicho,
si puedes emplear el inexorable minuto recorriendo una distancia que valga los sesenta segundos,
y si puedes obligar a tu corazón, a tus nervios y a tus músculos a servirte en tu camino mucho después de que hayan perdido su fuerza,
tuya es la Tierra y todo lo que hay en ella,
y lo que es más, serás un hombre, hijo mío.

Si - Rudyard Kipling


3 comentarios:

Anónimo dijo...

O si pequeña R.R. Martin
cada texto que leo me dan ganas de seguir leyendo
cada texto es diferente y tiene su cosa
espero que nunca escribas sobre mi sueño jaja
bueno te dejo warcriana!
un beso
cuidate y a seguir escribiendo =)

Valkyrie dijo...

Simples pero necesarias.

Me encanta cuando las sábanas crujen.

^^

Anónimo dijo...

leido!
definitivamente, escribes como dibujas^^
yo tb adoro esos surcos que duelen y escuezen, pero los mios son más gordos^^